El artificio de la escritura / The artifice of writing


miércoles, 27 de junio de 2007

Exhibicionismo poético

Leo en el periódico local acerca de un taller de poesía terapéutica que un especialista en la materia ofrece por aquí en estos días, supongo que para bien de aquéllos que quieran resolver sus problemas emocionales a punta de pluma y papel. Aprendo que llevan ya años de práctica estos poetas de la higiene emotiva y me incomoda pensar que se haya hecho del oficio de la poesía un procedimiento de psicoterapia colectiva, algo así como una sesión reformadora de “verborreicos anónimos”, “poetastros incontinentes” o “maníacos verbales”.

No se trata de que yo no esté de acuerdo con eso de que de “médico, poeta y loco todos tenemos un poco”, que es un hecho incontestable; ni tampoco de que me crea a pie juntillas el mito aquél de que el arte y la poesía sean manifestaciones inviolables de una superioridad espiritual sólo alcanzable por unos pocos elegidos. Lo que de esta farmacopea verbal o yoga poético me molesta es la confirmación de un mal terrible que nos aqueja y cuyo tratamiento no puede ser el que estos profesionales de la salud espiritual proponen.

Sufrimos cada vez más gravemente de la vulgarización deformante de la experiencia personal del lector y del que escribe: el hacer de una actividad íntima un ejercicio público, hacer de la escritura un espectáculo desvergonzado, algo así como una demostración impúdica de gimnasia aeróbica, con las grotescas torpezas y deformidades de cuerpos maltratados en años de dietas y molicies irresponsablemente descuidadas. Hay mucho de exhibicionismo emocional que repugna en las concepciones del arte como expresión directa y sincera del yo enconado de las torpes y diarias aflicciones propias de todo miembro de nuestra imperfecta especie humana. Algo de la desesperada necesidad de atención que nos lleva a tantos (en mayor o menor medida culpables de la misma debilidad) a cometer los actos más indignos y absurdos en consecución de lo que se cree derecho inviolable de todo individuo: publicar, es decir, echar al viento, a que todos lo oigan, el disparatado y mal escrito discurso de nuestra humanidad resentida de indiferencia.

lunes, 25 de junio de 2007

Respuesta en forma de nueva entrada

De veras me ha sorprendido encontrarme con un comentario a mi última entrada. No me esperaba una respuesta tan rápida a mis observaciones, más bien divagaciones, sobre este ejercicio de escribir urbi et orbi. No teniendo una clara idea de cuál sea el protocolo aceptado en estos casos, opto por responder aquí a Minerva, quien tuvo la gentileza de comentar mis observaciones con otras harto más sugerentes.

La expresión "contarse el cuento" puede entenderse como refiriéndose a un autoengaño; de hecho, y si no me equivovo, es así es como se la entiende comúmente. Digamos que tal vez exprese en forma coloquial esa "mala fe" de que habla Sartre, para seguir citando un nombre repetido en este intercambio.

Mi idea era añadir al dictado de Eco el hecho de que el cuento que se inventa es, primeramente, para uso personal. Que se escribe para leerse. Para inventarse. Que escribir es antes que nada contarse a uno mismo un cuento maravilloso.

Claro está que no termina ahí el proceso ni se limita a eso tampoco la motivación de la escritutra. El escribir implica, se lo quiera admitir o no, la esperanza de un lector diferente a uno mismo. Se escribe, entonces, para leerse y ser leído.

Las cartas son la forma más inmediata y segura de contar con un lector, por lo demás conocido. Depende de éste el que se las escriba de una u otra manera. Están en un extremo las cartas escritas a la diabla y sin mayores complicaciones; en el otro las que se componen cuidadosamente en cuanto a forma y contenido. En todos los casos quien las escribe adopta una voz que no es exactamente la suya. En este adoptar una voz creo que se explica parte del misterio de la escritura y, para lo que viene al caso, de la intrigante función del blog y sus posibles lectores.

Al carácter anónimo e impredecible de quien pueda leer el blog que uno escribe corresponde el carácter del que escribe, quien sin ni siquiera pensarlo, se reviste igualmente de cierto anonimato en la ficción de una voz que no es la suya exactamente. Podrá creer que se sincera y escribe con un desparpajo del que sería incapaz en una carta personal, pero se equivoca. En el aparente anonimato de la escritura al aire, dispuesta a todo, se esconde su verdadera identidad, la que de veras no podrá nunca darse a conocer, ni en la más completa de las confesiones.

En fin, que esto de escribir una bitácora personal, especie de dietario íntimo, tiene algo de exibicionismo y mucho de disimulo. Que en la escritura abierta a todo el que quiera leerla se busca una justificación de sí mismo: es un contarse el cuento para volverlo a leer en la lectura de ese otro que le da existencia y lo transforma.

Escribir ficción, por ejemplo, no es muy diferente. Lo que me lleva a preguntarme (y aquí me refiero a un lector en particular) si habrá posibilidades de leer esos cuentos que, Minerva, dices escribir. Tal vez te interese saber de la revista Labrapalabra que tenemos en la red y cuyo enlace encuentras en la sección correspondiente de este blog.

jueves, 21 de junio de 2007

Contarse el cuento

Refiriéndose a Roberto La Griva, protagonista de su novela L'Isola del Giorno Prima, escribe Umberto Eco que al inventar su personaje la historia de otro mundo, que existía sólo en su mente, se convirtió en dueño de ese mundo, sobre el que tenía absoluto control. Por otra parte, como lector de la historia que había creado él mismo podía participar de las emociones de sus personajes. Vienen estas observaciones en el capítulo 28 de la novela, el titulado "Del origen de las novelas". Algunos capítulos antes, en el 19, de título "Un nuevo viaje alrededor del mundo", Eco había escrito que "para sobrevivir uno tiene que contar cuentos". Me pregunto si no habría que leer esa oración como si dijera que "para sobrevivir uno tiene que contarse cuentos" y verla estrechamente relacionada con lo que se dice en el capítulo 28. No pretendo ponerme a disertar aquí sobre las ideas que Eco, complejo teórico de la lengua y la literatura, tenga respecto a la escritura. Me basta hacer referencia a estos dos segmentos mínimos de una novela enorme para sugerir un tema de elucubración que, a mi juicio, se relaciona íntimamente con este intrigante ejercicio de escribir un blog.

Arte de marear

El Webster’s New Millenium Dictionary of English, que se encuentra en la red, incluye el término “blog”, como palabra originada en 1999 de la abreviación de “Weblog”, es decir de lo que en castellano podríamos describir como una bitácora electrónica. Y define “blog” como un diario electrónico, una bitácora personal cronológica publicada en una página de la red, llamada “Weblog”. La brevedad del término en inglés y las circunstancias en que se lo encuentra han hecho que se lo haya adoptado también en nuestra lengua, a pesar de lo evocadoras y vistosas que son las expresiones castellanas correspondientes: “bitácora electrónica”, “bitácora en la red” o una hipotética “bitacorred”, formada al modo de la lengua inglesa.

La imagen de la bitácora se relaciona principalmente con la navegación, con naves y viajes; con aventuras en mares y espacios interestelares desconocidos. Habla de un “arte de marear” que en nuestra imaginación despierta ensueños de expediciones, descubrimientos y fundaciones en un mundo de aventuras y fantasías que se remonta a los orígenes de la curiosidad humana y su afán de alcanzar ese horizonte que nunca deja de alejarse.

“Blog” no es, por lo mismo, mal término para referirse a la aventura personal de cada día, la que cada uno de nosotros vive como mejor puede.

Lo novedoso e intrigante de este nuevo método de dejar constancia del diario ir tirando individual es el carácter público, de amplia difusión, que el blog propone al hacer de la bitácora, escrita originalmente para futura referencia en un cuaderno relativamente privado, un documento publicado al momento mismo de escribirse.

Esta novedad, posible sólo gracias a la tecnología más reciente, y combinada con la proliferación de otras formas técnicas de comunicación personal, no deja de llamarme la atención por lo que tiene de sugerente respecto a nuestra condición humana y nuestras curiosas formas de comportamiento. Y en esto de sentirme intrigado por el blog y sus funciones no estoy solo, por cierto. O así lo espero.

jueves, 14 de junio de 2007

Antecedentes del blog

En su carta a Jean Paul Sartre del jueves 28 de setiembre de 1939, Simone de Beauvoir le comenta que la carta de un amigo "ha tenido mucho éxito". "Vamos a mecanografiarla--agrega--y distribuirla" (Cartas a Sartre. Barcelona: Lumen, 1997; pág. 135). Comentario éste que me llevó a recordar cómo Thomas Merton escribía y distribuía en copias mimeografiadas cartas que quería compartir con varios de sus corresponsales. Y siguiendo el mismo asunto recordé que bajo el subtítulo "El respeto por la letra escrita" Carmen Martín Gaite escribe en 1961 de un amigo que distribuye sus circulares entre sus conocidos: "Nadie le contesta", observa. "Supongo que él quiere que le contestemos y para eso están escritas". (Cuadernos de todo. Barcelona: Random House Mondadori, 2002; pág. 31).

Coinciden estas tres observaciones en apuntar a lo que se podría considerar antecedentes del blog: textos personales que, sin estar destinados a la publicación, merecen, a juicio de sus autores, la distibución entre amigos e interesados. Como estos ejemplos habrá muchos más, porque la necesidad de compartir con todo el mundo las ideas personales a través de la escritura es una pulsión incontrolable.

Para muestra de ello: este sitio.

martes, 12 de junio de 2007

Vamos escribiendo

Para quienes nos formamos literariamente en la era del papel, la pluma fuente y la máquina de escribir, este nuevo instrumento de comunicación electrónica tiene un dejo de milagro o de deseo imposible, cumplido mágicamente por un geniecillo improbable surgido, al fin de tanto soñar, de esa lámpara de escritorio que lustramos una y otra vez en largas veladas dedicadas al teclado mecánico, al papel carbón y las botellitas de líquido corrector.

Cómo se ha simplificado el proceso de escribir y comunicarse gracias a una tecnología que se desarrolla misteriosamente para quienes nada sabíamos ni sabemos de estas cosas de la electrónica. Con admirado agradecimiento aceptamos la oportunidad que las ciencias y la tecnología nos da para satisfacer plenamente nuestras necesidades de escritura. Aceptamos a ciegas su milagro, damos por cumplido nuestro sueño de un escribir sin complicaciones materiales.

Sin embargo, como todo sueño que se cumple, tiene esta maravilla de la electrónica su dosis de imperfección, su motivo de preocupación, tal vez por eso de que nada puede ser perfecto en el mundo de la realidad y menos aún en el de la mente en perpetuo cuestionarlo todo.

Es precisamente la facilidad con que se puede escribir y echar al mundo lo escrito lo que vuelve a este sistema un instrumento de complicadas consecuencias. Soy el primero en admitir que al adoptarlo y ponerme a usarlo como tantos lo están haciendo, lo hago a sabiendas del riesgo que corro de contradecirme y actuar contra todo buen juicio, arrastrado por la fascinación del intrumento de uso ilimitado.

La gran tentación de escribir y el deseo insaciable de ser leído son fuerzas que se desatan, desbordantes y desbocadas ante la oportunidad de esta pantalla que, como un pseudo-aleph de orígenes borgeanos, ofrece en su infinita y universal condición de medio comunicativo, una tentadora invitación a escribir y escribir sin obstáculo ninguno.

Así, vamos escribiendo.

miércoles, 6 de junio de 2007

Primer paso

Bien dicen que toda viaje comienza con un primer paso. Es este el primero que doy tanteando camino o tratando las aguas de la navegación que viene.

Bitácora

Toda navegación require de un mapa y de una bitácora. Sea ésta una combinación de ambos instrumentos dedicados a mi navegar.