El artificio de la escritura / The artifice of writing


lunes, 29 de octubre de 2007

La misma tarde de otoño, siempre

Tarde de otoño en la terraza. La tranquilidad es absoluta y la aprovecho plenamente, como una oportunidad irrepetible, aunque esta luz, esta temperatura, esta agradable desgana evoquen otras tardes anteriores parecidas que a su vez evocaron otras anteriores. Es esta tarde y muchas otras que se le igualan en el mismo estado de ánimo un momento ideal para la escritura.
Se está bien al aire libre. Muy bien, al punto de no poder estar mejor. Rara es la vez que uno se da por tan satisfecho con lo que tiene. Esta es una de esas raras veces. Estoy plenamente consciente de que lo es, una escepción extraordinaria, lo que hace doblemente agradable el momento.
Tarde maravillosa en la que caben tantas tardes iguales. Tarde que, por un momento de total silencio pareciera encarnar la eternidad. Vuela un insecto, la pluma susurra sobre el papel y vuelve a moverse el tiempo como una brisa repentina. En nuestro estado de exaltación olvidamos que en la quietud insuperable del instante se había detenido en lo perennemente inmóvil. El ruido de una avioneta alta el el cielo perfectamente azul, el canto de un gallo a lo lejos, alguna voz, un vehículo que pasa distante, el tintineo de las campanitas de wat colgadas de la enramada que quiso ser parrón, el suspiro del perro que me acompaña dormitando, son todos delicados marcadores del reloj incesante. Como lo son también este fluir de la pluma y la labor incesante de la conciencia, tan consistente como el bombear de la sangre por las venas. Lo otro, ese momento de fuera del tiempo no fue más que un ensueño errado.
¡Qué paz tan rara y apetecible!

domingo, 21 de octubre de 2007

El mar austral

Foto de Gregorio Costa Daydi
Dijo el poeta que el hobre libre siempre amaría el mar. El hombre libre que tiene la fuerza y la valentía de enfrentarse a la inmensidad de las aguas en perpetuo movimiento.

martes, 16 de octubre de 2007

Dinero desperdiciado

Poquísimas veces en muchos años me he salido de una película. Tiende uno a conformarse con aquéllas que no le parecen tan bien y hasta se ilusiona con la idea de que pueden mejorar en cualquier momento. No poco peso en la decisión de quedarse hasta el final es el económico: saber que dejar el cine en la mitad del programa equivale a tirar el dinero. Equivaldría a comprarse algo nuevo, unos zapatos, por ejemplo, y no usarlos porque se le hacen incómodos después de puestos. Abandonarlos tan pronto, sin darles una oportunidad de demostrarse dignos de la más ispiradora caminata, sería un error enorme y una falta de responsabilidad fiscal.

Irresponsable me sentí al salirme antes de la media hora de haber soportado las escenas innecesariamente violentas y grotescas de una película que entré a ver sin darme cuenta de que elegía equivocadamente. Tiré el dinero por descuido. Por experiencias anteriores de otras películas que no acabaron de parecerme dignas de verse enteras por parecidas razones, debería estar sobre aviso de lo que cierto género que pudo ser de gran estilo produce ahora a cambio de una narración inteligente y elegante. Si hubiera estado atento a las imágenes con que se la anuncia, me habría ahorrado los $6.50 que pago como miembro de la tercera edad y, mejor aún, me habría librado del desagrado de ver lo que vi y de pasar el mal rato de tener que salirme del cine y dar por desperdiciados unos dólares qued merecían destino más digno.

La película a la que me refiero se anuncia y promueve como un "thriller", o película de misterior policial. Nada tiene de la sutileza del género ni muestra ningún interés por ser inteligente. Ofrece a cambio un regusto malsano por las imágenes crudas que les pueden interesar sólo a espíritus atosigados de violencia, crueldad y sufrimiento vistos directamente, sin el lente crítico de la alusión que se niega a la vulgaridad de lo evidente. Se trata de un filme centrado en la pornografía del crímen descarado y el abuso.

La repugnancia --odiosamente personificada en la pobremente actuada imitación de un insensible-- me obligó a dejar el cine cuando a las escenas de violencia sanguinaria y necrofílicas se añadió la violencia sexual. No se trata de querer negarse a la realidad de tales degeneraciones humanas, sino de negarse a aceptar que para criticarlas artísticamente haya que mostrarlas tan al vivo, con tal regusto por lo denigrante y vomitivo.

Bajo esa lente morbosa de un cine comercial e indigno el género policial ha dejado de ser el juego inteligente y sugerente que le dio validez artística. Ahora no es más que una vulgar sarta de escenas grotescas, innecesarias y claramente dirigidas a emocionar a un público sumido en la vulgaridad de lo crudo y lo bestial. Hay mucho en este tipo de espectáculo de lo que probablemente se busca a escondidas en algunos sitios del internet y en "deportes" como peleas de perros y otras formas de entetención basadas en la violencia de seres cegados de su torpeza moral.

No pude haber desperdiciado el dinero de la entrada en nada más denigrante. No necesito nombrar la película porque no es, después de todo, la única que cae en tal vesania, ni quisiera darle más visibilidad de la que ya los críticos y la destribuidora le ha dado. Pero para no pecar de impreciso aquí va el título: Eastern Promises. En los cortos anteriores a la presentación de la misma se mostraron escenas de otra que está por estrenarse y que evidentemente se regusta con iguales objetivos económicos en lo desagradable y repugnante del daño físico y la violencia demente. El título de ésta no lo rgistré y no puedo darlo. Ya se preocuparán de promoverlo quienes con tales producciones aumentan los réditos de sus inversiones en l deplorable. El suyo no es dinero para nada desperdiciado.

domingo, 14 de octubre de 2007

La terapéutica de la escritura

Se sabe cómo los primeros versos del Martín Fierro repiten el tópico de la escritura --el canto-- como una forma de terapéutica psicológica: "al hombre que lo desvela/una pena extraordinaria/como el ave solitaria/con su cantar se consuela", le canta Fierro a la noche del desierto, o más probablemente a un grupo de gauchos alrededor de un fogón o en una pulpería de la pampa. A pesar de su auditorio, el cantor se define como solitario y su voz se propone como un canto a solas. Incongruencia, se diría, del fenómeno poético, que puede formularse como un decir en soledad la intimidad del individuo para información de todo el que quiera escuchar. La soledad se expresa en la palabra que comunica. En esa comunicación el otro solitario, el que escucha, confirma su soledad en la voz del poeta, que siente y recita como suya. Parecido mecanismo, sólo que con mayor insistencia en la soledad compartida, acciona la escritura de un blog. Sin soledad no habría blog, ni tal vez la necesidad de mantenerlo. Y sin la posibildad del otro que lea tampoco hay necesidad del blog ni la ilusión que conlleva.

viernes, 12 de octubre de 2007

Another voice on journal writing

Looking at the edition of Tennesse William's Notebooks, prepared by Margaret Bradham Thorton and published by Yale University Press last year, I found several suggestive comments by Williams about writing and in particular the writing a journal. As a blog in strict sense is a personal journal made public, what a traditional diarist writes about his dedicating time to a journal should apply also to a blog, with some adjustments to account for the potencial public character of this form. It is quite clear to me that the entries I write for this blog differ in several non-essential ways from the ones I might write in a journal intended only for my own use. These differences should be quite apparent in the reading of what Tennessee Williams has to say about the matter:

"Keeping a journal --he writes-- is a lonely man's habit, it betrays the vices of introspection and social withdrawal, even a kind of Narcissism. . ."

"Evening closes down --he comments in another entry-- and I turn to my journal for lack of anything else to do."

Both the diarist and the blogger are narcissistic individuals, and one is tempted to believe that the main difference between them is the avalability of the web for the present introspective and withdrawn lonely man. After all Williams himself comments about his desire to see his notebooks published as a book, adding that they might not be as literary as his other works. The main differences, then, acount for the quickness and spontaneity of the diary. For the blog one tend to write in a more structured and stylistically communicative form.

To counteract the mostly negative characterization of diary keeping, Williams comments that writing a journal ". . . has certain things to recommend it." He basically refers to the diary as a record of the writer's errors, and that with time everything is forgotten and life continues the same as always. "And of course --it concludes with perhaps the most convincing reason for spending time taking personal notes--, as usual, I am doing only what I feel like doing."



martes, 2 de octubre de 2007

Silence

When words cannot express what the mind is trying to comunicate, silence seems the best alternative. But how can silence be represented in a blog? An empty screen? A picture? Silence is much more than both an empty page or a wordless image. But I would not know how to explain it but by being silent.