El artificio de la escritura / The artifice of writing


miércoles, 12 de diciembre de 2007

Un vuelo sorprendente

Ayer, mientras caminaba al atardecer por el sector del Centro Médico en San Antonio de Béxar, me sorprendió gratamente el vuelo de una bandada de unos seis o siete loros que pasaron chillando dichosamente muy cerca mío. Aunque puedo muy bien reconocer un loro de un zorzal, no sobría decir qué tipo de loro era el de estos que me llamaron la atención por inesperados. Cualquiera que haya sido, me pareció su presencia en esa quietud del aire invernal vespertino un regalo para la imaginación y el sentimiento. Dígase, si se quiere, sentimentalismo. Mi ignorancia ornitológica da por supuesto que no hay ninguna especie de loro propia de esta región; así, al verlos sobrevolar en este cielo más dado a otra especie aviar, descolorida y de torvo aspecto, me hizo tener un instante de confusión y saudade. Ajenos al lugar, los imaginé tan atribulados de su condición como lo están muchos de los que habitamos esta ciudad de "arribados" y arribistas. Aves de otras latitudes, pensé, se habrán forjado al cabo de los días su familia --eran pocos, pero eran una bandada unida-- y su ámbito: su vida de trasplantados. Recordé una parecida sorpresa en otro atardecer de invierno, éste en San Francisco hace ya varios años. Al volver a mi auto, que había estacionado en una calle donde abundaban los árboles, me pareció ver que las aves que a esa hora llegaban en gran número a pasar la noche en el follaje no eran los acostumbrados pájaros urbanos. Observando con más cuidado confirmé lo que al principio creí eran imaginaciones mías: se trataba en efecto de pequeños loros, innumerables y ruidosos loros que hacían de una calle de San Francisco un trozo vicario de selva tropical. No sabiendo mucho ni poco de las aves, supuse, por el tamaño y color de aquéllas, que sería una especie de clima templado, como lo había sido en las regiones frías del sur de Chile el choroy hasta los años cincuenta, antes de que la exterminaran los intereses que acaban exterminando todo, excepto la codicia humana. Me equivocaba, por cierto, y lo vine a saber años después cuando apareció una película sobre los loros de San Francisco y su historia de adaptación. Pájaros secuestrados y arrancados de su habitat de tierras cálidas, son estos loros de ciudad --los de San Francisco y probablmente también los que acabo de ver en San Antonio--aves obligadamente migratorias que, a diferencia de las naturalemente viajeras, no podrán nunca volver a sus tierras de origen. Su presencia, aunque obligada, nos añade al lugar una variedad que se agradece.

martes, 11 de diciembre de 2007

Fugacidad del silencio

Vuelvo a mi blog para escribir un nuevo texto y me soprendo al ver que han pasado varios días, más de los que daba por pasados, desde la última vez que añadí algo nuevo. Curiosa confusión del tiempo en el silencio. Pasan las horas y los días regularmente en relojes y calendarios, no así en la percepción de los que vamos en en su transcurso, viviendo. Cree uno que ha escrito un comentario hace un par de días atrás y en verdad lo ha hecho varias semanas antes. O sucede lo contrario: lo que se sintió y dijo ayer hoy parece olvidarse en un pasado remoto. Se diría que rara es la vez que estamos sincronizados con el tiempo oficial, el de las fechas importantes y el de las esperas y los plazos. Vamos siempre a destiempo entre el sentir y el hacer, entre la imaginación y el acto, entre el recuerdo y lo vivido. Al escribir, que es un ejercicio esencialmente temporal, sentimos como nunca la complejidad sorprendente del pasar del tiempo y del tejido de infinidad de momentos que nos conforman. Cada verbo que se escribe representa una temporalidad relacionada con otras y otras más todavía. Todo texto, escrito en la suma lineal de letra a letra, segundo a segundo hasta forjar las horas, es resultado de un sinfín de momentos entretejidos que en la palabra escrita, lo aparentemente estático, se fijan para la repetición de las múltiples lecturas que, a su vez, en tiempos diferentes, son otro fenómeno intrínsecamente temporal, otro tira y afloja de pasado y presente, futuro y no sé qué tiempo inexpresable de lo inmediato y lo fugaz.