El artificio de la escritura / The artifice of writing


jueves, 27 de marzo de 2008

La perspectiva del escritor

Cuando Neruda dice en su tan citado poema 20 que puede escribir “los versos más tristes” esa noche, está actuando como un auténtico escritor. Lo que le interesa en ese momento no es tanto la tristeza de un amor que ya no existe como el hecho de poder escribir sobre ella. Al sentimiento amoroso lo ha superado el sentimiento poético.

Toda escritura representa un distanciamiento, emocional e intelectual, del asunto sobre el que se escribe. Sin ese distanciamiento no puede haber buena escritura. Se comprueba esto con cualquier imperfecto escrito ingenuo de los que tanto no escritor produce desde una perspectiva demasiado apegada al sentimiento de lo que se quiere comunicar desde un exhibicionismo descarriado.
Se trata de la distinción entre sentimiento y sentimentalismo.

El verdadero escritor no cae en la trampa de la escritura sinceramente espontánea y directa. Sabe muy bien que la lengua es un instrumento y que como tal requiere para su efectivo funcionamiento de una técnica de uso y de una manipulación que implican una atención imposible de mantener si no se deja de lado, como objeto de observación, la experiencia sentimental que motiva la escritura. Sabe también que muchas veces la sinceridad no es de buen gusto.

Contra todo lo que digan los que creen que la escritura es un acto de sincera expresión personal directa de la más íntimas emociones insisto en sostener todo lo contrario: que para escribir de veras y producir algo que no mueva a la risa o la lástima (llámesela también “vergüenza ajena”) es preciso hacerlo desde la objetividad del artífice, esa persona capaz de distinguir entre el sentimiento inmediato, crudo y sin procesa, y la creación de un texto legible que reproduzca o más bien aluda a tal realidad.

No hay arte en la expresión espontánea ni en la confesión personal. El artista es el que manipula los materiales en bruto y crea un nuevo material, purificado de sentimentalismos, en un nuevo ámbito de realidad: la estupenda realidad artificial del arte.

viernes, 21 de marzo de 2008

Razón del Subtítulo

Cuando pensé en la descripción del blog como “el artificio de la escritura” lo hice considerando precisamente el carácter elaborado de la escritura, contrario a la naturalidad del habla. La escritura es fundamentalmente una forma artificial del lenguaje. La escritura es artificio, entendiendo por esto la gran diferencia que hay entre el uso del lenguaje como forma cotidiana de comunicación y el que corresponde al uso escrito, incluso cuando éste no es literario.

Escribir es, por definición, un artificio, algo elaborado y relativamente ajeno a la naturalidad del habla. Si se trata, además, de una escritura para ser leída –y cuesta pensar en que haya una que no se conciba como tal—el carácter artificioso es inevitable. Quien escribe acude, quiéralo o no, a la elaboración y la reelaboración: se convierte en un artífice.

jueves, 20 de marzo de 2008

Un equinoccio de nuevo

Un día como hoy, decididamente primaveral, se enfrenta el escritor con el milenario llamado a cantar la emoción de vivir otro renacer del mundo, y de hacerlo de un modo algo diferente a como lo han hecho los otros que, como él, vivieron la misma experiencia en ciclos anteriores. He aquí la tearea de quien escribe: volver sobre lo mismo sin repetir lo ya dicho, repitiéndolo.

Buen ejercicio de humildad creativa el escribir unas páginas, unas líneas siquiera, sobre el esplendor de este día de marzo --el único y el mismo de siempre--en el hemisferio norte. Que en el del sur se estarán ocupando de otros climas no menos inspiradores.

lunes, 17 de marzo de 2008

Motivos del Blog

Conversando el otro día con un buen amigo, experto en los medios de comunicación y un efectivo “bloguero” (acéptese el término en bien de la vitalidad lingüística de nuestro idioma), me hacía ver que para que un blog pueda alcanzar su objetivo de tener lectores y comentaristas necesita tratar de asuntos al día, referirse a otras formas de comunicación, tener nuevas entradas diarias y usar un lenguaje directo, limitándose a un tamaño más bien menor. De todas estas condiciones mi blog no parece cumplir ninguna, salvo la de la brevedad, sobre lo cual precisamente ya he escrito algo en el mismo.

Aunque admito que tiene razón mi experto amigo en lo que dice respecto al blog y a otra infinidad de asuntos relacionados con el internet y la escritura, que hemos discutido largo y tendido, en mi tozudez de representante de una edad anterior a las vanidades de la cibernética he decidido hacer de mi blog un instrumento apto a mis gustos y preferencias, aunque al hacerlo no esté más que lanzando mensajes al aire, como quien tira papeles picados al viento.

En mi blog no me preocupo mayormente de cuestiones al día, lo cual no niega que las pueda discutir si me viene en ganas. Me interesan otros asuntos que, de encontrar por casualidad algún internauta de parecida afición, pueden lleva a un grato intercambio de impresiones. En cuanto a la regularidad con que escribo en éste, ya se puede formar uno una idea al mirar las fechas de las diversas entradas que he llegado a incluir. No niego que me gustaría agregar nuevas entradas casi a diario, pero no veo la necesidad de hacerlo si no tengo nada de qué escribir.

Sobre el estilo de las entradas diré que me aferro a mi retórica algo añeja en comparación con la escritura que normalmente se prefiere en la internet. En cuanto al largo de los textos se refiere estoy de acuerdo con que deben ser de preferencia cortos porque la velocidad del mundo cibernético así lo recomienda. Da la casualidad de que me inclino por la brevedad en lo escrito y no me resulta para nada oneroso limitar mis palabras a las menos de 400 con que cuenta un texto como éste.

domingo, 16 de marzo de 2008

La perfecta brevedad

Cuando escribo una estrada para mi blog la proyecto como un texto de tamaño limitado, como debe ser un escrito que se pueda leer casi a la pasada. Me lo dicta, precisamente, el paso ágil e impaciente de este ámbito nuevo –o relativamente nuevo—de la red universal y su infinita multiplicidad.

En el pestañeo nervioso de la pantalla caprichosa no hay tiempo para el pausado escribir apropiado a otros medios. Somos protagonistas de la era de lo inmediato y lo instantáneo. Nos debemos a la rapidez. Nuestro instrumento predilecto es el cronómetro y su pulsar urgente, sus alarmas.

Propongo, por eso, el texto breve y bien trabajado, labrado casi como un filigrana, por evitar lo dicho a la diabla en la impuesta fugacidad.

A mayor urgencia y premura mayor cuidado se ha de poner en la forma y su capacidad expresiva en la síntesis bien conseguida. Se equivoca quien piensa que la rapidez significa apuro, improvisación y un decir de pacotilla.