El ritual de la escritura
No es siempre fácil mantener una pro-
mesa. Así, se han pasado los días sin que yo haya podido ingresar algo nuevo en este blog. Y no se diga que he estado tan ocupa-
do, como podría aducir para justificarme o
disculparme del olvido.
Trata este sitio de la escritura y es precisamente un asunto relacionado con la escritura el que explica la falta de entradas nuevas en varios días. En inglés se usa la expresión "writer's block" para referirse a esa obstrucción de la palabra escrita y explicarla como algo fuera del control del que escribe, o, para ser más exactos, del que no lo hace. Algunos hablan de
falta de inspiración o pereza. Yo diría que llámese como se llame, el dejar de escribir cuando se espera hacerlo es un fenómeno en el que se confunden varias cuestiones: la duda y cierta desgana producida por ésta constituyen, a mi parecer, fuerzas nada despreciables que atan las manos del escritor, por no decir nada de su espíritu.
Escribir es una actividad de tan complicada motivación que es casi imposible determinar cómo y por qué en un momento dado las palabras se hacen posibles y se prestan lindamente a que se las use y, al poco, se muestran decididamente contrarias a colaborar. Se vuelven esquivas. No hay manera de obligarlas a nada. Así, ahora mismo, las encuentro esperándome en silencio y sumisas a que las ponga aquí para que otros las lean y las entiendan. Se me ofrecen sin demasiadas condiciones. Hasta hace poco, sin embargo, se negaban a darme nada. Obstinadas en su escondite, me tenían a la espera.
Admito que parte del problema en mi caso se debe a mi dificultosa relación con el computador y sus prodigiosas capacidades para moverse en la maraña del mundo cibernético. Si se tratara de usar la pluma, puedo asegurar a quien quiera creerme que la reticencia y el pudor que las palabras me muestran desde el teclado no se producirían. Muy por el contrario: la pluma las hace venir apresuradas al papel por no quedarse atrás y se las ve formarse lindamente en la caligrafía personal, ufanas de sí mismas y sus caprichosas ocurrencias.
Hay mucho de ritual en esto de escribir. Quienes nos iniciamos en el antiguo modo de la pluma fuente y el papel de escribir, anterior al modo más descuidado de los bolígrafos desechables y el papel poroso que no aguanta tintas líquidas, necesitamos para escribir a gusto y efectivamente del acto físico de inclinarse, pluma en mano, a mirar cómo al susurro de la plumilla sobre la hoja en blanco van saliendo de la nada los garabatos veloces, apresurados, de una caligrafía que cambia según el momento y el estado de ánimo. Es ese gesticular del rito habitual parte esencial del escribir. Redactar esta nota sentado frente al computador y su nervioso parpadear de cíclope electrónico es otro asunto muy diferente.