El artificio de la escritura / The artifice of writing


domingo, 4 de mayo de 2008

Oruga


Si no estoy del todo eqivocado la oruga es un ser transitorio, en vías de ser otro ser, muy diferente al que se muestra, al menos por eso de que le salen unas alas de quedarse boquiabierto. Con que sean alas ya basta para la sorpresa y la admiración.
Hoy, sin embargo, me siento inclinado a preferir a la pedestre oruga sobre la mariposa que le resulta al cabo de no sé qué magias de la biología. Hay en la mariposa un algo de ostentoso que me lleva a pensar en las vanidades del género humano y nuestros esfuerzos por hacernos notar, por que nos tomen en cuenta y nos admiren, aunque sea desde la envidia.
Cómo vamos por el mundo apegados al suelo, caminando torpemente y a pasitos cortos, como la oruga, y soñando, deseando como ella que llegue el momento de volvernos mariposa. Como si la biología pudiera hacer en nosotros el milagro de la metamorfosis sin caer en la licantropía y otras deformaciones similares.
Me quedo, por el momento, con la oruga. Como ser en proceso de ser otro, un día cualquiera nos sorpenderá con la transformación y habremos de aceptarla, sea cual sea el nuevo ser que resulte de ella.
Vivimos en la espera y de sorpresa en sorpresa.

sábado, 3 de mayo de 2008

Otra vez se ha pasado el tiempo

Nos quejamos a menudo, y con razón, de no tener tiempo para nada y de que las horas y los días se "pasan volando." Nada más mirar la fecha de la entrada anterior a ésta para confirmar lo apropiado de la queja acostumbrada: en un abrir y cerrar de ojos se han pasado los días sin que haya habido tiempo de atender el blog.
Otros asuntos han tomado precedencia en mis actividades y este rincón personal de una escritura con la ilusión de lectores (cumplida, como me lo han hecho saber quienes han notado el lapso de silencio) ha quedado en segundo plano. Por un momento pude pensar que tal abandono era índice de falta de interés en este ejercicio; incluso pensé en abandonar el proyecto, en parte debido a las dificultades que me presenta. No soy nada de hábil en esto de usar la computadora y sus muchas opciones.
Ayer, sin embargo, el encuentro con algunos amigos en el ámbito real de un restaurán donde nos sentamos a conversar gratamente después de haber asistido a la presentación de un libro en el Insatituto Cultural Mexicano, aquí en San Antoni, me ha devuelto el deseo y la voluntad de seguir adelante y volver a agregar entradas a este blog que me resulta tan conflictivo.
Hoy, por lo tanto, me he puesto a la tarea de escribir esta entrada que, más que nada, me sirve de justificación y automotivación.

Frente al hábito diario de escribir con pluma en papel, algo que rara vez he dejado de cumplir en muchos años, esta escritura electrónica me resulta complicada y engorosa por la mecánica del medio. La ventaja que tiene de ser un texto abierto a la lectura de otros se ve limitada por la molestia y el esfuerzo que le significa a alguien como yo, tan poco adepto a las exigencias de la técnica, producir este escrito.
Primero fue necesario enchufar el portátil (porque no soy de los que tienen el computador encendido y a mano constantemente), encenderlo, esperar (im)pacientemente que en sus lentas funciones de enganche diera la oportunidad de entrar, como mago o cabalista en control del secreto, las cifras encrípticas que me identifican en el mundo impredecible de la cibernética y me permiten acceder ingenuamente al mismo y hacer uso temeroso de sus programas.
Una vez conseguido el acceso, algo inexplicable para mí pero de precisa significción para el programa, llevó al aparato a declararse incompetente. Un recuadro me indicó que el programa no respondía y me ordenaba decidir si abandonar el programa o no sé qué otras alternativas para mí irrelevantes por incomprensibles. Al cabo de varios procedimientos seguidos un poco a ciegas, consiguí al fin entrar al programa donde se encuentran los blogs personales, sólo para recibir otro mensaje diciendo que esto y lo otro no me permitía abrir el blog. No ha sido la primera vez que sucede, por cierto.
Leo las instrucciones, las sigo como mejor puedo y al cabo de un buen rato de andar deambulando de una poantalla en otra, por fín, cuando ya no me acordaba por qué vine al computador en primer lugar, estoy listo para escribir.
Elijo de los varios dibujos que tengo separados para darle variedad al blog y empiezo a escribir. Lo que escribo no tiene nada que ver con lo que quería escribir cuando comencé el irritante proceso de llegar a la página en blanco, la proverbial y aterradora página en blanco que el computador vuelve, a causa de tanta prueba de la paciencia, en una torturante y caprichosa incertidumbre.
Empiezo a escribir y van dándose las dificultades menores inesperadas: el texto desplaza al dibujo, cosa que no hizo en entradas anteriores; cuando trato de solucionar el problema el dibujo desaparece y no tengo idea de qué boton, qué tecla, qué ícono, qué menú usar o qué diablos hacer para recuperarlo.

Vaya este texto sin dibujo alguno y con toda la frustración del ejercicio cumplido mal y a medias. En cuanto lo haya publicado en el blog, cerraré el programa y apagaré el computador y si después de todo lo que esto implica me acuerdo todavía de qué era lo que quería hacer antes de enredarme en la complicada faramalla de terminar con la sesión, tomaré mi libreta de papel, una de mis muchas plumas de estupendo tacto y me pondré a escribir sin más complicaciones algo que me llenará de satisfacción con sus innumerables sorpresas y que, desgraciadamente, se quedará para siempre mudo en las páginas secretas, íntimas, intransferibles e incomunicables de la libreta de notas, el dietario o bitácora de obligado uso personal.