El artificio de la escritura / The artifice of writing


miércoles, 27 de agosto de 2008

La aventura del blog



Comencé este blog en junio del año pasado sin saber bien por qué lo hacía. La primera entrada fue una breve oración en que aludía a la idea de que escribir un blog sería para mí algo así como ir dejando en la bitácora de navegación los datos de un viaje exploratorio, una aventura. “Toda navegación requiere de un mapa y de una bitácora. Sea ésta [la página del blog] una combinación de ambos instrumentos dedicados a mi navegar”, escribí en esa fecha que hoy me parece distante. Me llevó a esa imagen marinera el término blog, que en una entrada posterior comenté precisamente por su referencia al libro del navegante. “El Webster’s New Millenium Dictionary of English . . . incluye el término “blog”, como palabra originada en 1999 de la abreviación de Weblog” que en castellano sería bitácora en la red.

Así, usando una torpe metáfora imperfecta, me dije que con el siguiente brevísimo mensaje estaba dando el primer paso de esta navegación en la que llevo un poco más de un año. Hablé entonces de tantear caminos y me cuidé de no citar al muy citado poeta, que tocó tan acertadamente este asunto del andar caminos que hoy resulta manido y empalagoso. Y a partir de entonces me propuse escribir regularmente como lo ha de hacer quien se aventura y mantiene un dietario de su viaje.

Hoy me he detenido a pensar en esas primeras entradas a este blog y en lo difícil que es cumplir con las tareas imposibles que uno se impone en momentos de ilusión. Porque es una ilusión imaginar la posibilidad de un diario escribir siempre merecedor de darse a la lectura de otros. Salvo, claro, que el iluso no sea ese escritor dichoso que no tiene nada más que hacer que escribir día a día una observación, un comentario, una nota cualquiera de las tantas sorpresas que se le vienen a uno a la cabeza a cada rato, aunque no lo quiera.
De cuando en cuando la ilusión se hace realidad y por un rato se imagina uno ser ese escritor dedicado que no sabe de otra cosa que ir dejándose llevar por el encanto de las palabras, las oraciones, los párrafos que lo transportan, como al velero el viento, de un lugar a otro, desde el puerto conocido del momento actual al inexplorado continente inmenso de la escritura que fluye y fluye hacia el futuro inalcanzable.
Foto de Gregorio Costa Daydi



jueves, 21 de agosto de 2008

El trabajo gustoso

Toda una mañana sentado ante el computador, enfrascado en la escritura, confirma lo que muchos –por seguir la costumbre y por un toque de fanfarronería—nos empeñamos en negar: escribir es un placer. “Trabajo gustoso” lo llama Juan Ramón Jiménez, que como pocos sabía de estas cosas.

Abundan, sin embargo, los escritores que se adscriben al modelo contrario, el de la escritura como un trabajo imposible y oneroso que lleva a las peores torturas intelectuales.

Claman por ello a la misericordia de los dioses de su preferencia y a los favores de las musas, a la vez que se presentan ante el público, siempre ávido éste de lo melodramático, como seres de excepción, profetas marcados en la frente por el fuego del demiurgo.
Mártires de la humanidad y su destino insondable, dicen estas víctimas de su talento haber recibido sobre sus débiles hombros de artistas la responsabilidad de ser sensibles a lo que nadie más puede sentir. Sufren lo indecible por decir lo que nadie puede poner en palabras.

Allá ellos con sus aires superiores de espíritus visionarios y elegidos, sufrientes portadores del fuego prometeico.

Escribir es algo mucho menos heroico y admirable. Es obra propiamente humana. Consiste simplemente en poner por escrito la sorpresa general. No hay quien no haga lo mismo a diario en su hablar espontáneo. El escritor se diferencia de los demás en que no se da por contento con el decir oral que se lleva el viento, y tentado de esa vanidad tan necesaria para el arte, dedica toda una mañana –y una vida entera—a transcribir en el papel, un poco más trabajosamente, lo que pudo haber dicho en un círculo de amigos.

domingo, 17 de agosto de 2008

Del tiempo y del espacio

Hace bastantes días que llevo sin añadir nada a este blog porque en el trajinar de las horas no siempre se acuerda uno de dejar tiempo y energías para esas actividades secundarias que entretienen pero no se ven como de mayor importancia. Hay tanta otra obligación que impone organizar el día en función de sus demandas que esta inofensiva y un poco ociosa actividad de escribir para el blog se va quedando en segundo plano y acaba por olvidarse casi por completo.

Flaca memoria la de los que nos dejamos dominar por las obligaciones y olvidamos las oportunidades de encontrarnos de veras a gusto y satisfechos en la acción que mejor cuadra a la necesidad de sentirse completamente uno mismo. Son infinidad los que han encontrado en el blog una forma de cumplir con sus más enraizados deseos. Basta barajar por un rato y sin plan ninguno los blogs disponibles para darse cuenta de la variedad de intereses que llevan a tantos a dedicarles tiempo y a compartirlos con los demás. Habla esta profusión de lo importante que es para los humanos comunicarse con otros y saberse oído.

Irónicamente, la tecnología ha hecho del mundo un auténtico pañuelo, como decía el refrán, a la vez que ha multiplicado hasta lo innumerable las posibilidades de contacto con otros. A las relaciones que se producían mayormente en el encuentro personal dentro de las limitaciones físicas del espacio establecidas por la ciudad, el barrio, el sector mínimo del mundo compartido con los más cercanos, se añaden hoy las relaciones virtuales que no tienen un espacio limitante. Como las relaciones epistolares de antaño, los encuentros e inercambios que se dan en la red de comunicaciones electrónicas aproximan a los distantes; pero lo hacen en una inmediatez temporal que la carta no tenía. Los conceptos de tiempo y espacio se vuelven diferentes a como eran. La mente los entiende de otra forma hoy y entiende también de otra forma las rfelaciones entre individuos.

Nunca dejará de tener su encanto insustituible el compartir la vida en contacto directo con otros. La familia, la amistad, el encuentro fortuito en la calle, el café de la conversación, las reuniones del club, el equipo de trabajo son todas fromas de vida que perdurarán en la sociedad humana, digan lo que digan los que se asustan del poder hipnótico del computador y sus llamadas de sirena que llevarían fatalmente a sus víctimas a volverse antisociales y solitarios. A esas maneras tradicionales de conocerse entre la gente se van agregando las nuevas maneras de hacer más efectivas e inmediatas las relaciones a larga distancia, que antes se cumplían en la lentitud de la carta y los recacados.

El blog, con la capacidad que ofrece de hacer comentarios a quienes lo leen, es una de las tantas formas que van sustituyendo las limitaciones comunicativas de las edades preelectrónicas.