El artificio de la escritura / The artifice of writing


lunes, 24 de septiembre de 2012

El frágil instante de la escritura


Por todas partes páginas en blanco: el mundo un sinfín de papeles por escribir, una constelación de pantallas de insistente cursor en medio del silencio fosforecente. Mudez expectante de la tabula rasa de lo por decir. Voz o escritura.

La página en blanco calla, calla en su pulsar electrónico la pantalla vacía. La mirada muda de quien quiere hablar se fija en la espera; atento está el oído a la voz que dicte lo que la pluma ha de escribir, lo que la mano a punto de teclear ansía transcribir en lo inasible de la red. 

Ansioso y largo el tenso momento de la espera.

La página en blanco, la susurrante pantalla encandilada: imposible y misterioso el texto de lo no escrito todavía. No importa cuánto se escriba en ellas, siempre siguen en blanco, deslumbrante blanco de la nada. Blanco del vacío, profundidad del vértigo, pozo de aguas hondas que desde su hondísimo susurro bobollante demandan, exigen, obligan.

--Háblenme--escribe el desesperado.

La mano tiembla, indecisa. Se aguza sordo el oído para nada. La mirada busca en vano el signo de la voz en el palor febril del papel vacío, de la pantalla que suspira.

Alrededor el guirigay absurdo de un mundo en permanente ruido de sucesos y discursos disparatados: enredo indescifrable del palabrerío. Engañosa distracción, canto fatal de la sirena que a la musa acalla, amordazada. 

En medio del barullo la hoja en blanco es un abismo desolado de silencios que contienen la palabra indescifrada, la voz que está por descubrirse.

Se impone la espera; la porfiada, vigilante espera.

Hasta que, de pronto, rasguña la pluma en el papel su filigrana, las letras son breves estallidos en la pantalla y las palabras rompen el albor de lo intacto y hablan, dicen, claman . . . siempre imperfectas, siempre tartamudas, siempre insuficientes.


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Fulgor de la armonía


Ante el monótono hastío de lo mismo cotidiano se ansía a veces la novedad y más de alguno se aventura en la exploración de lo diferente. Qué pueda ser eso diferente que se busca no hay manera de saberlo y ni siquiera de imaginarlo. Se somete el ansioso a la sorpresa y la casualidad, fuerzas opuestas a la propuesta ilusa de todo plan y su objetivo. 

No se le escapa al advertido la ironía de que al abrirse a la oportunidad de lo inesperado se formula también un plan y un objetivo: alcanzar en el azar de lo improbable la armonía interior del satisfecho.



Eso es, dar al fin con la elusiva y probablemente imposible armonía interior: el bien absoluto. Lo que nadie consigue y todos buscan: el Santo Grial, la Piedra Filosofal, El Dorado, la increiblemente marvillosa Lámpara de Aladino, Shangrilá, el Ganedén recobrado: este único momento y su fugaz fulgor.  

viernes, 7 de septiembre de 2012

Tiempo de la escritura



Materia del tiempo es la palabra. "Mientras hablo, --dice el poeta--el tiempo pasa": dum loquor, hora fugit (Ovidio, Amores, 1, 11, 15). Y huye también la hora cundo se escribe. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Viaje aéreo

Viajar tiene una particular fascinación para nosotros, habitantes de un mundo globalizado. Produce un encanto que probablemente se remonta a esa edad no tan remota, cuando las distancias se medían en tiempos prolongados de caminatas, galopes y navegaciones azarosas que llevaban a lo ignoto y la aventura. 

Hoy el viaje es por lo general presuroso, incluso apresurado. Las distancias se miden apenas en horas, y el espacio entre la partida y la llegada--que antes iba revelando una geografía lentamente continuada--se esfuma en la abstracción de lo no visto, en la vaga y a veces ignorada referencia en un atlas. 

Sólo la imaginación del milagro y de la magia podía concebir entonces--traslación inmediata o vuelo en alfombra--lo que hoy se cumple a bordo de un avión que viaja tan alto y veloz que la tierra y sus caminos--cuando se la ve bajo las nubes--tiene más de mapa dibujado que de realidad.  

De un momento a otro se deja lo habitual para encontrar lo diferente. Un viaje en avión tiene algo de la antigua magia en la prontitud con que se alcanzan las antípodas, en el casi onírico traspaso--se aduerme uno en la espera del viaje--de la propia realidad a la otra, la puramente visitada. 

El escritor que viaja se vuelve, sin quererlo, otra persona, el forastero, el que está de paso y sólo puede escribir desde el asombro de su nueva identidad.