Dormirse en la nada.
Hay noches en
que se duerme como una piedra, esa dichosa “piedra dura” que el poeta envidia
porque “no siente”. En el sueño entra
uno a veces a una total—o aparentemente total—inconsciencia, casi tan absoluta
como la inducida por el anestesista antes de una intervención quirúrgica.
Ambos, el sueño profundo y la casi muerte de la anestesia, tal vez sean un
ejercicio preparatorio para la nada. Resulta tranquilizante el que uno ni sepa
en qué momento la anestesia tiene efecto y el que a menudo uno caiga dormido
sin ni darse cuenta de que la conciencia se desprende de la realidad, como, por
ejemplo, en el abandono suicida y criminal del que se duerme al volante.