Después de varias semanas sin hacer
ninguna entrada a este blog ayer puse una brevísima que espero sea el reinicio
de esta costumbre—no sé si recomendable—de mantener regularmente un blog.
Son tantos los que sobrepueblan el mundo
virtual de la red que duda uno de la necesidad—puramente personal—de estar
escribiendo para probablemente nadie más que uno mismo. Y se vacila entre
seguir con el blog o darlo de baja, víctima de la infinitud del universo, que
se iguala con la nada.
Pueden más que la razón el egocentrismo y
cierta muy humana ilusión de ser tomado en cuenta y el bloguero iluso insiste
en poner por escrito sus mezquinas ideas e ilusiones y echarlas casi a diario al
viento creyendo que alguien puede interesarse en ellas.
El diente de león no puede saber a dónde
el viento lleva sus vilanos.
Vaya entonces este nuevo mensaje a lo
inmensurable, que más de alguno habrá de leerlo y sentir que comparte, por un
instante, un sentir que a todos nos aflige, lo sepamos o no; lo queramos
admitir o lo neguemos.
El espacio infinito de la red nos tiene a
muchos atrapados.