Arquelogía personal
Los años se amontonan no sólo en los recuerdos: forman también pilas de papeles en cuanto rincón del escritorio, torres de libros a medio leer erigidas aquí y allá---en el velador junto a la cama, en la sala, en el baño, en la cocina---, rumas de cajas de fotos, libretas de bolsillo y memorabilia de quizás cuando, interminables listas de directorios y documentos en la memoria--aparentemente confiable--del disco duro, de la nube, de los disquetes que no hay hoy sistema que los descifre.
Como el arqueólogo que encuentra un antiguo basural bajo el basural presente, el nostálgico lector de sus propios manuscritos revuelve recuerdos y detritus del pasado con la ilusión de encontrar la maravilla que cree haber escrito alguna vez.
No la encuentra, por cierto, porque no existe sino en su memoria fantasiosa. Pero en cambio da con infinidad de papeles sueltos con notas esquemáticas que más tienen de jeroglíficos que de caligrafía.
Papeles sueltos de quizás cuando cuyas notas pudo haberlas escrito cualquiera que no fuera él mismo; o probablemente ese que él fue y al que apenas vislumbra en el recuerdo como a alguien a quien pudo haber conocido.