Las culpas del empedrado
Qué culpa puede tener un empedrado
Hay veredas hermosamente empedradas para el deleite de quienes las transitan. Deleite visual de las piedras de formas, tamaños y tonalidades diferentes armonizadas en la composición del sendero. Deleite auditivo de los pasos que golpean a ritmo el suelo levemente sonoro. Deleite también del aroma de la lluvia que empapa los adoquines y la tierra en que se entierran. Deleite, sobre todo, del caminar, seguro el paso, erguido el cuerpo en el equilibrio de su imperioso movimiento hacia el horizonte.
Hay senderos también—veredas escarpadas-–de empedrados rústicos, exigentes, dificultosos de transitar, gratos también en su diseño obligadamente escabroso.
Llevan los senderos a todas partes y de todas partes vienen. Hay quienes los toman sin enterarse de dónde surgen y sin saber a dónde van. Y los caminan, a tumbos—sin verles su belleza—, lamentándose de su malhadada suerte. No hay para ellos empedrado viable. Ni el más liso y estable pavimento de granito —o incluso mármol— los satisface.
1 comentario:
Beautifully said! If you live absorbed by the destination, youll ignore all the wonderful little happenings along the way. But you, rightly, go even further and say the journey (the path itself, however lovely) wont matter if we dont stop to appreciate it. A good reminder to live in the moment, whether good or bad...it is your moment. One you wont get back
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