Triptico: Reflejos de los espejos
I Frente al espejo Otra vez lo mismo de lo mismo: la repetición monótona. Se repite a sí misma ante el espejo, cepillándose los dientes sin haberse dado cuenta de que tomó el cepillo, lo enjuagó bajo el chorro de agua del grifo, le puso un poco–la cantidad acostumbrada—de dentífrico—el que ha usado desde siempre—. Y ahora mueve la mano, o la mano se mueve por sí sola, habituada al ejercicio que repite varias veces al día—demasiadas—todos los días. Se ve en el espejo echando espuma por la comisura de los labios que en un rato más habrá teñido de rojo: el de siempre porque no sabe de otro. Y también tendrá qie peinarse de nuevo: ordenar esos restos de cabellera que le quedan todavía. Es lo mismo a cada rato: cepillarse los dientes, pintarse los labios, empolvarse el rostro y hacer algo con ese pelo suyo que fue abundante y tiene ahora un aspecto ralo, mal teñido, lastimoso. Se lo repite y confirma el espejo cada día varias veces al día. —Los espejos—se dice al verse reflejada mil veces hasta el infinito—son pertinaces y repetitivos. II Espejos enfrentados Desde niño, cuando el abuelo lo llevó por primera vez a la antigua, ancestral peluquería de la plaza, le ha intrigado saber hasta dónde—¿un mejor mundo, diferente?---llevan los reflejos repetidos hasta el fondo de los espejos enfrentados. III La invención del espejo Hubo un hacedor que hizo del espejo un símbolo—¿un símil, un ícono, una alegoría?---recurrente en su obra de palabras: se apropió de sus múltiples funciones. Prácticamente reinventó el objeto de intrigante presencia y profundamente sugerente como las tersas aguas de un lago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario